martes, 30 de septiembre de 2014

Un milagro blanco....

El Pirineo es reducto de muchos insobornables del frío.
Especies únicas, en algunos casos exclusivas que, con el retroceso generalizado de los glaciares y el ascenso de las temperaturas, encontraron en nuestra cordillera, su postrero refugio ibérico.
De ellas, tal vez una de las más extrañas y desconocidas, sea la perdiz blanca.
En mis charlas con montañeros o visitantes, incluso asiduos a Ordesa con años de experiencia, muy pocos conocen la existencia de este valioso ser, habitante perenne y recluso de las alturas más encrespadas y gélidas.
La Perdiz Blanca, muy extendida en zonas polares (de hecho se caza sin problemas por su abundancia en Islandia) apenas sostiene unas 900 parejas en los Pirineos, (censos antiguos de un ave que si por algo se caracteriza, es por no dejarse ver).
Algunas de ellas han encontrado en el macizo del Monte Perdido, la montaña calcárea más alta de Europa, uno de sus refugios más queridos.
Su peculiaridad radica en el cambio de plumaje, perfectamente adaptado al medio que la rodea....tonos marrones en verano, blanco inmaculado con la ceja roja (por coquetería) en invierno. Una capacidad extraordinaria de adaptación y supervivencia en un ambiente que puede rondar los -30ºC, con escasez de comida y el perpetuo acoso de águilas reales o armiños, sus únicos depredadores conocidos....salvo el hombre claro que con la masificación de altura o la construcción de estaciones de esquí en el hábitat  de la perdiz blanca, le ha complicado y mucho la existencia.
Hay especies como el oso, el bucardo o el quebrantahuesos que, a poco que las autoridades y locales se esfuercen, pueden conservarse.
Pero el mayor enemigo de la perdiz radica en el calentamiento planetario global cuya global solución encuentra globales egoísmos entre aquellos ciegos que ven más cerca aumentar el PIB del mes que garantizar el oxigeno de sus congéneres dentro de 100 años.