viernes, 29 de agosto de 2014

Perros y Ordesa....


Con la llegada de la temporada alta, irremediablemente, se reproducen los habituales inconvenientes que la normativa del Parque Nacional genera entre los dueños de perros.


La misma es clara: los animales de compañía solo pueden entrar en el espacio protegido si van atados.

Lamentablemente, algunos propietarios, desconocedores o poco concienciados, desobedecen de manera clamorosa su obligación de controlar a sus perros, lamentando luego dicha actitud, cuando les llega un mal recuerdo de Ordesa con forma de multa.

Al respecto es necesario recordar que lo que para nosotros es nuestro amigo y animal de compañía, uno más de la familia, para la fauna salvaje no es otra cosa que un depredador, un potenciador de su stress e incluso, un peligroso foco de enfermedades.

Al respecto se pueden relatar múltiples casos, como el pastor alemán que, azuzado por sus amos, perseguía manadas de sarrios en el circo de Carriata (testigo presencial fue este que escribe), el pitt bull que instigado nuevamente por su dueño, atacó a un guarda forestal en Calcilarruego cuando este le recordó que debía llevarlo atado o los indicios de enfermedad que se detectaron entre los últimos bucardos y que se sospecha, pudieron provenir de un animal doméstico mal vacunado.

Limitar el acceso de perros a Ordesa no es un capricho, sino una necesidad para evitar alterar más de lo debido, el delicado equilibrio del valle.

Otra cosa, eso si, es lo que acontece durante el verano.

Entre el 1 de julio y el 15 de agosto está prohibido el acceso en vehículo privado a la pradera de Ordesa, existiendo el ya conocido sistema de lanzadera en autobuses….autobuses donde está prohibida la entrada de perros, de tal manera que a los dueños, no les queda otro remedio que afrontar el Turieto Bajo para adentrarse en el valle.

Esto supone un serio hándicap para quien desea profundizar más allá en Ordesa, al suponer dos horas más de caminata.

Es por ello que no estaría de más el aportar una solución con forma de perrera donde los dueños pudieran dejar sus perros durante el tiempo que duraran sus excursiones, un proyecto por cierto, largamente planteado por la dirección del Parque y siempre postergado por la permanente falta de presupuesto.

También se ha planteado que dichas perreras deben ser construidas y mantenidas por parte de los establecimientos donde se alojan esos clientes, una solución onerosa e irreal, teniendo en cuenta que en localidades como Torla, solo los campings y no todos, permiten la presencia de animales de compañía en sus instalaciones.

En ambos casos la perrera se plantea como una opción de pago, algo que no comulga demasiado con el presupuesto de los propietarios de perros.

Otros pretenden optar por la solución francesa, es decir, la prohibición total salvo pastores ganaderos, animales de rescate o lazarillos.

Aducen para ello que resulta imposible y más costoso el tratar de controlar el comportamiento de los dueños, dado que en agosto especialmente, resulta más fácil encontrar un perro suelto que uno debidamente atado.

La solución parte de voluntad y dinero….pero lo segundo escasea y lo primero desaparece en cuanto lo hace el gentío, a mediados de septiembre, soterrada bajo un invierno que provoca un largo olvido….hasta el siguiente verano.