domingo, 28 de junio de 2015

El Ara va recuperando su pulso

El último gran río virgen del Pirineo, el Ara, recuperará su curso original a la altura de Jánovas. Una obra que la Confederación Hidrográfica del Ebro afronta, obligada por la declaración del río como Reserva de la Biosfera. Una gran noticia desde luego y un gasto que bien podría haberse sorteado, si desde las instituciones se hubiera reconocido, desde un principio, que el pantano de Jánovas era una obra insostenible, cara e insulsa. Jánovas es la historia de un despropósito, quijostescamente sostenido por generaciones de nefastos regímenes y políticos. Concebido en 1917, el pantano soterraba enormes extensiones de terreno en la Ribera de Fiscal, ahogando directamente las localidades de Jánovas y Lavelilla, condenando al abandono a una treintena más por las obligadas repoblaciones de pino, para evitar que los lodos arrastrados por las torrenteras, terminaran colmatando la infraestructura. Los vaivenes políticos del país, la guerra civil, la terrible dictadura, la falta de medios económicos fueron retrasando la ejecución del proyecto hasta que, a comienzos de los años 80, se retomó con fuerza y por la fuerza. Los últimos habitantes de la Solana, auténticos numantinos, gentes convertidas casi en legendarias como los Garcés de Jánovas, fueron expulsados por los antidisturbios de la Guardia Civil, con brutalidad, como si se trataran de peligrosos terroristas, añadiendo el despropósito ensañado de volar sus casas para evitar que volaran. España, se suponía, llevaba ya un lustro en democracia. La diferencia la marcaron los hijos y nietos de los antiguos habitantes. Ellos no eran sencillos ganaderos u hombres de campo, con la letra justa, con la rabia de saber que se estaba cometiendo contra ellos una auténtica tropelía y no saber cómo enfrentarse a ella. Esos hijos y nietos, gente preparada, creó una asociación en defensa del río Ara, descubriendo a Europa que este, era el último río virgen del Pirineo, un “detalle” que los sucesivos gobiernos en Madrid, sin importar color o bigote, habían “olvidado” citar en Estrasburgo. Finalmente, tras ochenta años luchando, tras probar innumerables irregularidades, ilegalidades y asuntos muy oscuros tras el negocio cementero que Jánovas suponía, Iberdrola decidió acelerar como fuera la construcción, al intuir que desde Europa iba a frenarse el proyecto. Fue así como se levantó un gigantesco azud, esperando concluir la obra jugando a la política de hechos consumados; aunque la sentencia condenara la obra, con esta ya finiquitada, habría que iniciar otro proceso de décadas para conseguir tumbarla y tal vez entonces, ya estaría rentabilizada o inserta en el paisaje. Por una vez, ganaron los buenos. El Ara se encabritó y en una impresionante embestida, en 1997, arrasó con el azud malmetiendo los planes de Iberdrola, dando tiempo a Europa a condenar la obra, obligando al gobierno español a desestimar el proyecto, reconociendo lo que no quería reconocer; el enorme impacto medioambiental que generaría. Hoy Jánovas es un pueblo abandonado a pesar de los intentos de sus antiguos vecinos por regenerarlo. La Solana perdió todos sus habitantes, pueblos enteros desaparecieron y hoy son solo esqueletos, arruinada incluso su historia, cementerios y recuerdos…Cajol, Sasé, Burgasé, Aguilar, Giral, Villamana…. Hoy, el río Ara ha sido inserto en la Reserva de la Biosfera del Viñamala , reconociendo sus enormes valores medioambientales; en su cabecera a 3.000 mtrs hay perdices blanca, en su juventud entre hayedos osos pardo, su tramo medio esta plagada de románico, nutras e historia y muere a los pies de Ainsa, capital del antiguo condado del Sobrarbe, sin duda uno de los pueblos más hermosos del Pirineo. Y eso que, hace una década, se lo quería ahogar, dominar, soterrar. Ni Confederación, ni Iberdrola, ni ninguna autoridad política ha pedido tan siquiera disculpas, tal vez porque para ellos, actuar así, es su modo natural de actuar. Hace unos meses, plantado en el mirador de Jánovas, contemplando como el río ha ido poco a poco recuperando todo el salvajismo que ni azudes y cementos le arrebataron, un paisano del llano, cercano, esputó “Ya hecho el mal, podrían haberlo terminado”. Por lo visto, ni de errores, alguno anda aprendiendo.